1 de febrero de 2012

Hasta los más escépticos reconocen el sacrificio

A propósito de la ceremonia que se realiza cuando un oficial del ejército se retira del servicio militar activo o lo condecoran por alguna acción meritoria, o incluso cuando lo van a enjuiciar sin comprender qué fue lo que la gente cree que hizo mal, encontré un mi recorte de hace más de 21 años y lo transcribo porque la humedad ya casi lo destruyó.

Es del Escritor Hugo Arce, de su "columna Vertebral" del 15 de mayo de 1990. Creo que se publicaba en Prensa Libre; lo tituló: "Te lo dije".

Y dice así:

Es dificil resistir la tentación de escribirte. Es muy difícil tratar de acallarme, de bajar el tono de la voz y tratar de olvidarte. Como dice la vieja canción de ¿Petula Clark? Siempre hay algo que me hace recordarte. Puede ser un gesto, una palabra, una tentación, una calle, un color una mirada.

Puede ser, como ahora, las palabras oficiosas y oficiales de Claudia Arenas que hace más de un mes revolotean en mi cabeza, dan vueltas, se estrellan, se van, retornan y toman fuerzas, hasta que se hace preciso exorcisarlas, ella dijo: "Los honores que se dan en el ejército, son rutinarios".

Yo sé, que cuando la primera bala o la primera explosión, o la mina Claymore o la primer granada, explotó, muy cerca de tus veinte años, supiste que en ese combate se jugaba tu vida, que en ese enfrentamiento con la guerrilla, en una obscura montaña de Chimaltenango, en medio de este sol, de estas nubes y de esta tierra que cimentaron nuestra amistad.

Estabas jugándote la vida, con tus insignias aún frescas de subteniente, el galil en la mano, el pelo cortado al rape, y toda tu ambición de ser lo que ya eras: un militar de carrera.

La primera vez que te vimos, no pudimos contener la sensación de que algo había cambiado; parecías más serio, más grande, más formal. Tus orejas se miraban enormemente grandes con tu pelo cortado militarmente.

Cuando meses antes, nos dijiste: "entro a la poli", nos pareció, tan irreal, que hasta que te volvimos a ver, con uniforme de cadete, las espaldas anchas y el cuerpo erguido, comenzamos, lo cuates, a creerlo. Porque eras de todo; pintabas cuadros, hacías poemas, entrabas a concursos de oratoria, bromeabas, traideabas, sexteabas, y siempre había en vos -- por eso tal vez, nuestra amistad de conversaciones largas -- una preocupación social muy grande.

Eras delgado, de aspecto débil y cuando dijiste: entro a la politécnica, nadie pensó que hablaras en serio. Te vi estudiar para pasar los exámenes de admisión, te vi correr, nadar, esforzarte y lograr tu ingreso a la escuela. Oí tus despertares a las cuatro de la mañana, para lanzarte con tu compañía al agua fría de la piscina, correr varios kilómetros, estudiar, marchar, aprender a armar y desarmar un arma y a tirar una granada.

Eran los tiempos duros, cuando uno se jugaba la vida en cualquier esquina y los carros oficiales te secuestraban, te mataban y huían con "rumbo desconocido" y todos sabíamos que "el rumbo desconocido", era el DIT, la Yudi o la dos.

Te volviste extraño a nosotros, tus amigos, por más que quisieras ser el mismo muchacho de la cuadra; la politécnica te cambió, te endureció, te asimiló, te absorbió, convirtiéndote en casta, mientras nosotros -- civiles -- continuábamos mara, cuando en realidad éramos solamente muchachos de la misma cuadra, apenas sombras, apenas sueños.

Antes que muieras de cuerpo, ya te habías alejado del alma, te desocializaron, te jodieron. Pero era tu camino, y cuando moriste como "héroe en combate", a tu vieja le heredaste tu soledad, tus amigos -- yo entre ellos --, tu ropa, tu espadín, tu futuro de coronel retirado hecho pedazos, y ese papel que cada vez está más amarillo y que sostiene un clavo oxidado y en el cual te llaman así como a superman o batman: Héroe.

Ahora, vienen y dicen que son oficiosos los honores a un militar, que es de rutina y yo pienso en tu esfuerzo, en tu desubicación social y tu muerte inútil. Y no sé, hay algo que me obliga a decirle a tu recuerdo: Te lo dije.

1 comentario:

  1. Bueno talvez es por la misma vivencia y como uno no sabe los propositos divinos no entiende en ese momento el porque de las cosas y porque el destino eligio que asi fuera, lo cierto es que si se sufren fatigas no es por gusto ..... y no hace faltan los reconocimientos aunque sean rutinarios siempremente es de conciencia. animo

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