13 de febrero de 2007

CARÁCTER PROFESIONAL DE NUESTRA MÍSTICA






El arte de combatir es un viejo logro de la humanidad. La profesión militar sin embargo, es una creación reciente de la sociedad moderna porque actualmente el cliente de toda profesión es la sociedad. Como profesional, el oficial posee las características distintivas de una profesión: Maestría, responsabilidad y espíritu de unidad (corporativismo).

La maestría se logra a través de prolongada educación, entrenamiento y experiencia. La responsabilidad, abarca el servir y consagrarse a sus habilidades sin que ello esté gobernado por recompensas económicas; la responsabilidad social distingue a un profesional de otros expertos que sólo tienen habilidades, esta responsabilidad de servir y consagrarse utilizando sus habilidades y capacidades constituye la motivación profesional. El corporativismo se crea cuando los miembros de una profesión comparten un sentido de unidad orgánica y de conciencia de sí mismos como grupo; este sentido colectivo tiene sus orígenes en la prolongada disciplina y entrenamiento necesarios para la idoneidad profesional.

Ser miembro de un Ejército Nacional, junto con la posesión de maestría especial y la aceptación de una responsabilidad, se convierte en criterio de condición profesional. Aquí surge la mística del oficial porque mediante el desempeño interesado únicamente en la responsabilidad de servir a la sociedad, se convierte – la mística – en una unidad moral que plantea ciertos valores ideales que guían a sus miembros en sus tratos con compañeros de armas y civiles. Se conforma entonces, un conjunto de normas no escritas transmitidas a través del sistema de educación profesional o puede estar codificada en cánones escritos de ética profesional (guías de conducción).

Como puede observarse el profesionalismo se ha venido mezclando con nuestra mística tradicional. Difícilmente se atine en una definición general que abarque todo lo que conlleva la mística del oficial del Ejército de Guatemala. Se trata de los valores generados en el más profundo sentimiento militar que gobiernan la conducta, generan la iniciativa, perfecciona el conocimiento y dirigen el espíritu con el afán único de cumplir la misión y el engrandecimiento del nombre de la unidad a la que pertenece.

La mística florece con la experiencia producida en cada misión o faceta de la vida militar, ya sea en operaciones o vida de cuartel. Estas vivencias generan un comportamiento gobernado por una compleja red de regulaciones, costumbres y tradiciones que adquiere carácter profesional porque los resultados últimos están aprobados por la sociedad a través de su agente político, El Estado. Así la mística del oficial está basada en costumbres, tradiciones y el constante espíritu de la profesión.

Las Fuerzas Especiales del Ejército de Guatemala, poseen su mística particular. La mística Kaibil es sumamente compleja, cada pilar es fundamental y a la vez integrante de otro, funciona como un todo. El adiestramiento debe penetrar el alma y el corazón del soldado; un soldado agresivo tiene el cincuenta por ciento a su favor en posibilidades de éxito. La mística impone al Kaibil siete tareas: Ganarse la Confianza de sus subordinados, orientar los esfuerzos de los subordinados, aclarar los objetivos, inspirar seguridad, lograr unidad de los equipos, ser ejemplo de templanza en todo momento, Mantener viva la esperanza y justificar el sacrificio para lograr la victoria.

El Kaibil basa su conducta sobre principios como estar presente en todo momento con su unidad, esto producirá solidez moral que es un valor agregado al entrenamiento y que hace la diferencia competitiva entre unidades. El Espíritu de unidad es intangible y es el comandante el encargado de construirlo en sus hombres.

La mística de un Kaibil impone ser ejemplo de valentía y paciencia. Valentía para cumplir las misiones encomendadas y ejemplo de paciencia para el buen desempeño en cada tarea por repetitiva y rutinaria que parezca. La Actitud positiva es un resultado de la acción psicológica que sirve para darle al subalterno una verdad, una razón para permanecer de alta en su unidad. Aquel que actúa solo porque se lo ordenan tiene menos posibilidades de resistir la disciplina militar.

Cada Jefe de sección y de escuadra en las unidades de Fuerzas Especiales debe poseer la habilidad de tomar decisiones definitivas pero flexibles y actuar con integridad y absoluta honradez.

Existen también cualidades que surgen en el integrante de una Fuerza Especial por su diario interactuar con la mística: Su orgullo de pertenecer a la unidad, su confianza en sí mismo, capacidad de autodeterminación, habilidad para guiar, eficiencia física, táctica, técnica y mental. El entrenamiento va más allá de la tecnificación y el endurecimiento físico del individuo. Un Kaibil voluntariamente acepta renovar sus votos militares, desarrollar sus habilidades, y reconocer sus debilidades.

La mística Kaibil busca perfeccionar un ambiente simulado para entrenar, que sea seguro, controlado y bajo condiciones físicas y emocionales críticas. Este tipo de adiestramiento producirá un elemento útil a su unidad y permitirá que esta actúe como un equipo perfectamente entrenado. El oficial profesional entonces ha producido y dirige un individuo capaz de emplear su arma rápidamente, con eficacia y contra todo tipo de blancos. Capaz de hacerlo en diversas condiciones atmosféricas y tipos de terreno.

Ahora puede contestarse la pregunta sobre la maestría especializada del oficial militar ¿Hay alguna habilidad común a todos los oficiales militares que no sea compartida con ningún grupo civil? Si. Existe una esfera distintiva de competencia militar que es común a todos los oficiales y que los distingue de todos, o casi todos, los civiles y está quizá resumida de la mejor forma en la frase de Harold Lasswell: “La administración de la Violencia”. Cuanto más grande y más complejas son las unidades militares que un oficial es capaz de dirigir y cuanto más grande es el número de situaciones y condiciones en las cuales puede ser empleado, mayor es su competencia profesional.

Ningún individuo sea cual fuere su capacidad intelectual natural y sus cualidades de carácter y liderazgo, podría desempeñarse en la administración de la Violencia sin considerable estudio, entrenamiento y experiencia. Debe aclararse que la habilidad peculiar del oficial es la administración de la violencia no el acto de violencia en sí mismo. Disparar un fusil es una habilidad mecánica, dirigir las operaciones de una compañía armada de fusiles exige un tipo de habilidad completamente diferente.

La habilidad del oficial entonces, no es un oficio (que es primordialmente mecánico) ni un arte (que exige un talento único no transferible), por el contrario es una habilidad intelectual extraordinariamente compleja que exige un estudio y entrenamiento abarcadores.

Todo lo anterior podría ayudar a comprender el carácter profesional de nuestra mística, esa misteriosa fuerza en el interior que incesante repite: Se es Kaibil: Cuando se trabaja más que los demás sin horario definido; cuando se comparte más tiempo con sus subalternos; cuando se da el ejemplo, cuando logra influir en sus hombres, cuando irradia confianza en sus hombres, cuando su rendimiento supera la norma, cuando hace las cosas, no como se han hecho siempre, sino como se deben hacer.

Por último la mística afecta inevitablemente la condición de caballero del oficial. Su carácter austero y a la vez educado, su vocabulario fluido y refinado le da distinción y señorío en los lugares que concurre. El militar es un hombre de sólida cultura y espíritu batallador, un idealista. Quedó atrás la época jacarandosa en que el militar debía oler a pólvora, a aguardiente y a mujer. Hoy día el militar debe mantener una mente clara y afirmativa; y para su desempeño en la administración de la violencia: memoria topográfica de lugares, nombres y fisonomías, espíritu falto de aptitud para la generalización, sagaz, empecinado en sus designios, cáustico y felino en grado sumo.

Bibliografía
Huntington, Samuel P (1995); “El Soldado y el Estado”; Argentina, Grupo Editor Latinoamericano.
Samayoa Chinchilla, Carlos (1967); “El Dictador y Yo” 2ª edición,; Guatemala, Editorial José Pindea Ibarra.

Ortega Gaytan, Jorge (2003); “Los kaibiles”; Guatemala, CEDHIM.

1 comentario:

  1. Gustavo Porras en su libro "Las Huellas de Guatemala"11 de marzo de 2010, 10:17 a.m.

    Sobre el Espíritu de cuerpo de los oficiales: El Ejército de Guatemala no hizo caso de la táctica que pregonaba EUA. Los oficiales guatemaltecos iban al combate junto con la tropa, a diferencia de los oficiales salvadoreños, entrenados por Estados Unidos, que se quedaban en el puesto de mando observando el combate con prismáticos y dirigiendo por radio a la tropa, como lo proponían las tácticas norteamericanas.

    El Coronel Morris de León me contó que en un centro de entrenamiento militar en Estados Unidos, los oficiales guatemaltecos les decían a los salvadoreños:
    —A ustedes los gringos los están jodiendo. Eso de que los oficiales dirijan las operaciones desde lejos es una táctica que desmoraliza a la tropa.

    Contrario a lo que aconseja la prudencia militar, los oficiales guatemaltecos iban en la vanguardia de las columnas, en el lugar más expuesto, con el mismo uniforme de los demás soldados, sin los distintivos que denotaran su grado.

    Tal parece que el Ejército de Guatemala priorizó la agresividad y la moral de su tropa sobre la preservación de sus mandos y, hasta donde yo sé, en tres décadas de lucha armada que se inició en la Sierra de las Minas, en el ejército guatemalteco jamás se rindió un solo soldado.

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