Un enfoque a la seguridad, tres escenarios para 2014
Junto a la descripción de los procesos de transformación en otros ejércitos y el origen que llevó al hemisferio a determinar las “nuevas amenazas”, se presenta la problemática de si las fuerzas armadas deben o no participar en la seguridad pública.
Las posturas de la sociedad que se oponen a esta participación se analizan a la luz de las actuales capacidades y el grado de credibilidad que posee la Policía Nacional Civil.
Estas capacidades, que se ven incrementadas por el apoyo del ejército, son limitadas por las necesidades logísticas de carácter estratégico que padecen las fuerzas armadas guatemaltecas. Hechos concretos ocurridos durante lo que va del año 2008, llevan a proponer tres posibles escenarios para el año 2014.
Las naciones determinaron que las nuevas amenazas requerían fuerzas modernas, tecnificadas y reducidas para garantizar la seguridad de los Estados. Sin embargo en países como Guatemala, las fuerzas encargadas de la seguridad ciudadana continúan con el apoyo de las fuerzas armadas, situación que ha sido cuestionada por diversos sectores pero que está legalizada en la propia Constitución Política de la República.
Los planes estratégicos de la Defensa en Guatemala [5] incluyen objetivos muy específicos sobre modernización, reconversión y profesionalización de las fuerzas armadas.
Pese a esta situación particular, el concepto del “militar postmoderno” planteado por Moskos, Segal y Allen[7] ha llevado a los gobiernos guatemaltecos desde 1996, a ordenar misiones de “no combate” para las fuerzas armadas guatemaltecas para enfrentar – en apoyo a la Policía Nacional Civil – las nuevas amenazas.
Parte de esta tendencia postmodernista ha sido la participación de instituciones civiles en el tema de seguridad y defensa (pluralismo);[8] las fuerzas armadas han realizado diferentes misiones en apoyo a la seguridad y prevención de desastres (heterogeneidad); las misiones del Ejército de Guatemala están a su vez fundamentadas en que las nuevas amenazas afectan el sistema económico social y político. De allí la necesidad de acuerdos bilaterales de fronteras abiertas y otros acuerdos producto de la globalización (permeabilidad).
De tal manera, que el postmodernismo es un estado de cosas nuevo y alternativo que ha impulsado a cambios en la política de seguridad del Estado guatemalteco: Ejemplo es la conformación de Fuerzas de Tarea (tipo de fuerzas de despliegue rápido),[9] que incluyen fuerzas de seguridad civil, delineadas para misiones específicas y de organización variada de unidades, diferentes a la convencional organización militar.
Se han realizado “operaciones conjuntas” que implicaron la participación de otros entes del campo social (como derechos humanos), del campo político y de los organismos ejecutivo y judicial; organizaciones gubernamentales y no gubernamentales; e incluso de la iniciativa privada.[10]
Estas operaciones conjuntas han provisto el dinamismo y eficacia necesarios para enfrentar las nuevas amenazas.
El proceso de “modernización” de las fuerzas armadas guatemaltecas forma profesionales militares actualizados a la tecnología; comandantes prácticos y sin prejuicios para ejercer su profesión. Una profesión con mando flexible, dinámico y rápido; capaz de ejercer liderazgo en misiones variadas: desde la clásica visión “clausewitziana” de destrucción de fuerzas militares y toma de terreno, hasta la participación en apoyo a otras fuerzas de seguridad civil en la captura de estructuras y personal de mando de organizaciones delincuenciales y de terrorismo.
Este proceso ha caminado hasta hoy, paralelo al refuerzo de los tradicionales valores militares como el patriotismo que defiende la soberanía y el territorio Nacional, que considera el concepto de la frontera virtual reconocida en convenios internacionales firmados por el gobierno. Una valentía que mantiene su idealismo heroico pero con un mayor racionalismo en la acción y que constantemente se plantea la legitimidad de un conflicto y su permanencia en este (aplicado principalmente en las operaciones de paz). Finalmente el “honor” con su gran significado del deber pero con una profunda connotación jurídica.
El escenario del continente americano apunta a la proliferación de las nuevas amenazas determinadas en 2003, que no solo coloca en riesgo a los Estados sino que atenta contra la seguridad regional. Por ello, el modelo de seguridad debe basarse en la cooperación regional, [11]la modernización y profesionalización de las fuerzas armadas lo que implica el empleo de militares con alta capacidad, trabajando con tecnología que requiere altos presupuestos en el mediano y largo plazo. Esto modernización como balance ante la disminución de efectivos que implicaron los mismos procesos de transformación en 2004.
Uno de los factores que más ha dañado la confianza de la sociedad y sus representantes son las versiones sobre falta de transparencia y mal manejo de los fondos asignados al Ministerio de la Defensa Nacional. Sin embargo, los esfuerzos en materia de transparencia en el manejo de los fondos públicos están bien definidos en la política del actual gobierno.[13]
El eje estratégico del plan quinquenal del Ministerio de la Defensa Nacional 2006-2011: Gestión administrativa y logística, tiene importantes disposiciones y objetivos respecto a rendición de cuentas, auditoría, monitoreo de ejecución del presupuesto, descentralización del gasto, sistema electrónico para fiscalizar el gasto de funcionamiento del ejército (PROVENET), y toda un sistema para el cumplimiento de la ley de compras y contrataciones del Estado y su reglamento.
Esta política de transparencia debería animar a los congresistas a buscar la manera de llevar a cabo los programas de modernización y profesionalización del ejército asignando el presupuesto necesario.
Francis Fukuyama[14] describe a los Estados fracasados,[15] entre los que no se puede catalogar a naciones como Guatemala, sin embargo debe reconocerse que el escenario actual presenta muchos indicios que llevan a plantear que el país se ubique en la condición de un Estado débil. Las características de sus instituciones – principalmente de seguridad civil – y la problemática presupuestaria que les agobia, llevan a concluir que existe un grado de “debilidad institucional”, situación que peligrosamente podría conducir hacia una condición peor. La delincuencia común y el crimen organizado campean libremente en todo el territorio. El sistema de justicia está debilitado.
Para el analista independiente Edgar Gutiérrez, el Estado guatemalteco y notables porciones del mercado, se han rendido ante el poder corruptor del dinero del narcotráfico. Además opina que el país no tiene capacidad institucional de reacción ante el imperio de las drogas.[16]
En lo que va del año 2008, se ha observado como común denominador acciones de grupos de población civil cometiendo ilícitos y tomando justicia por su propia mano. En febrero un grupo de 1,500 pobladores retuvo a 29 integrantes de la Policía Nacional Civil en el Departamento de Izabal.[17] En el mismo mes un grupo de pobladores protestó por la captura de unos pobladores acusados de secuestro, degenerando en agresiones violentas contra la Policía Nacional Civil.[18] En el municipio de San Juan Sacatepéquez, se dio el impresionante extremo en que un grupo de “vigilantes” impuso un toque de queda con pena de muerte al resto de pobladores.[19] Pero el mayor desconcierto sin duda es que integrantes de dos fuerzas del orden público se enfrenten entre sí, como el caso de la agresión entre Policías Nacionales Civiles y agentes de la Policía Municipal de Tránsito. [20]
Queda claro que la capacidad de las fuerzas de seguridad del Estado tiene significativas limitaciones para mantener el orden público y garantizar el cumplimiento de la ley. El apoyo que hasta hoy, el Ejército de Guatemala proporciona a la Policía Nacional Civil es limitado debido a sus necesidades estratégicas como lo son: Movilidad, comunicaciones y equipamiento, mismas que el proceso de modernización no ha solventado, principalmente por falta de presupuesto.
En este contexto pueden apreciarse tres escenarios para el año 2014:
Ingobernabilidad: Los recursos con que el Ejército de Guatemala cuenta desde 2004, y que no pudieron ser renovados en el proceso de modernización, han vuelto insostenible el apoyo cercano a la Policía Nacional Civil, misma que, pese a los esfuerzos de transformación, posee una más deteriorada imagen ante la población. Esto ha provocado que el Estado haya perdido totalmente la capacidad de imponer el orden y hacer valer la ley. Los grupos de narcotraficantes y crimen organizado se han armado y equipado de acuerdo al tipo de actividad delictiva; poseen el apoyo de la población que no tiene acceso a los servicios básicos; los delincuentes adquirieron en los últimos años sistemas de comunicación avanzados, que les permiten controlar los “despliegues rápidos” de Fuerzas de Tarea conjuntas que intentan reaccionar con vehículos inadecuados y escasos de combustible. El grado de pericia de agentes y soldados es menor por la falta de presupuesto para adquirir munición para entrenamiento. Los agentes y soldados tienen más de diez meses de no efectuar prácticas de tiro y el armamento en mano está obsoleto ante los delincuentes, y peor aún, en mal estado. No poseen comunicación con unidades adyacentes, mucho menos el acceso a una red estratégica de comunicación que permita mantener informado al ente político y que por consiguiente este último, no puede ejercer el comando y control respectivo. Paralelo a ello, grupos de pobladores deciden tomar justicia por su propia mano contra delincuentes; toman instalaciones del gobierno y expulsan a las autoridades recriminándoles su ineficacia. La OEA evalúa la posibilidad de enviar tropas extranjeras para imponer el orden en caso la efervescencia social degenere en una rebelión civil.
Capacidad a prueba: El Estado, a través de los órganos y procesos de ley respectivos, ha fortalecido la Policía Nacional Civil y al Ejército de Guatemala, dotando a este último de movilidad, comunicaciones y equipándolo de acuerdo al tipo de misiones que se le encomiendan. El resultado de las operaciones conjuntas comienza a hacer sentir sus efectos, se dan importantes capturas de delincuentes, droga y armas no registradas; el alcance de las operaciones permite el descenso de los índices delincuenciales. La sociedad comienza a percibir la sensación de “seguridad” y la confianza en que las fuerzas de seguridad son eficientes y honestas. La inversión en equipamiento al Ministerio de la Defensa Nacional va acompañada de una formidable estrategia de información para la opinión pública a fin de divulgar y permitir la fiscalización en la ejecución del presupuesto destinado para inversión. El estado relativo de garantía que provee la seguridad tiene repercusiones importantes en la educación y el desarrollo. El prestigio del Estado guatemalteco para garantizar el Estado de Derecho y el marco de seguridad democrática se incrementa al alcanzar resultados de fácil comprobación. La necesidad de emplear unidades militares en la seguridad ciudadana va en descenso.
Vigencia del Estado de Derecho: Las reformas, incremento del efectivo y equipamiento de la Policía Nacional Civil, la recuperación de su prestigio ante la sociedad, ha permitido reorientar las funciones del Ejército de Guatemala, que ha sido modernizado completamente, dotándole de equipo necesario y destinándolo a la Defensa de la Soberanía en las regiones fronterizas y demás funciones de defensa contra amenazas tradicionales y de desastres. El patrullaje de las regiones fronterizas sirve como apoyo a la fuerza de seguridad civil pero en menor escala y a disposición del Ejecutivo. El ejército es defensivo, moderno, profesional y altamente móvil; ahora puede incrementar su empeño en misiones internacionales de paz de mayor relevancia que proporcionan vectores de poder para el Estado. Guatemala tiene asegurado el espacio en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para el año 2015, por su amplia participación en misiones de paz.
Por la situación particular de la Policía Nacional Civil ha sido necesaria la participación del Ejército en estas tareas. Sin embargo es necesario invertir para modernizar ambas instituciones y poder proveer el nivel de seguridad que exige la sociedad.
Alentados por la falta de presencia del Estado y el aumento de estas prácticas ilegales, puede degenerar en desordenes mayores que conduzcan a situaciones de crisis mucho más graves.